viernes, 28 de octubre de 2011

Con nocturnidad y cinematografía

Este es el guión de una de esas películas de amor entre un hombre forastero y una ciudad presumida que coquetea mostrando sus encantos.


Me sentía biutiful como Bardem o perro como Gael. Vagaba distante por nuestro ensanche, testigo de excepción aquel 3 de agosto de la salida de tres valientes carabelas cargadas de sueños y de unos avezados marineros capitaneados por un Colón que en estos días se viste de oro.

Mi paseo se distraía con aquella historia entre el rumor de las olas de una ría que atardecía solemne iluminando el escenario de las noches de cine de Huelva. Dispuesto a degustar la rica gastronomía onubense, mi única idea era navegar por la antigua Onuba, descubriendo bares y restaurantes que me enamoraran.

Esa gastronomía tan completa que los onubenses llevan por bandera es una de las señas de identidad de la Huelva que en ese instante se mostraba ante mis ojos.

Pero, ¿qué queda por descubrir de la gastronomía de Huelva? Archiconocidas son las bondades de sus jamones, gambas, sus fresas, coquinas, vinos del Condado o carnes de la Sierra.

Estos productos siempre han ejercido de esbelto mascarón de proa que ha ido situando a Huelva, después de una nada corta travesía, en primera línea del panorama gastronómico nacional. Cierto es que otras capitales puedan llevarse los honores de ser ‘capital del pescaíto frito’ pero a eso ya están acostumbrados por estos lares. ¿Cuántas veces le han querido despropiar del decanato a nuestro Recre?

Es indudable que el primer balón de fútbol que botó en España lo hizo muy cerca de donde me encontraba; seguramente en el Muelle del Tinto después de que bajara de un viejo carguero oxidado para luego subir a la Sierra y servir de entretenimiento a los mineros ingleses de Río Tinto.

Sin darme cuenta me encontraba en la Marina del Puerto, un selecto restaurante a pie de ría, donde disfrutaba de una cerveza y de unas impresionantes vistas marismeñas. Se me hizo corto aquel arroz caldoso con carabineros bien flanqueado por la extensa bodega del singular edificio de tres plantas que preside el cantil del Muelle de las Canoas.

Otra efeméride me recordó la historia que había dejado aparcada. Cruzaba por el Parque 12 de Octubre celebrando la llegada al Nuevo Mundo y escribiendo la leyenda que ahora nos ocupa. Ese 12 de octubre se dibujaba un puente nunca antes diseñado. Las dos orillas se acercaron hasta casi tocarse y el inmenso Atlántico recuerda desde entonces a aquella pequeña rivera donde el que les habla jugaba de pequeño con muchos de sus amigos.

La Mirta me devolvió a la realidad a la vez que me empujaba a navegar hacia lugares más exóticos gracias a su san jacobo de avestruz con salsa kataifi, sus espectaculares rissotos o su milhoja de plátano y foie con toffe de pimientos. Su excelente servicio hacía las delicias de los asistentes que, como yo, saboreaban cada mordisco.

Tras envolver mi estómago en papel de regalo se lo ofrecí amablemente al siguiente camarero que me sonrío diciéndome “siéntese caballero, ahora mismo le tomo nota”.

De este modo, caí rendido a los manjares que me ofrecía aquel tipo bien educado en el oficio de hostelero. El Desembarco presumía de contar con el perfecto maridaje para contentar los sentidos del gusto y el oído. De hecho, pude compartir mesa con los mismísimos Beatles y Yoko Ono (ensalada de piña, tomates cherry, maíz y dados de queso) y esprintar junto al mítico Jesse Owens (sándwich club con pechuga de pollo, tomate crudo y patatas) mientras recordaba los goles que me evocaba ese México ’86 (burrito especial con pollo, verduras y salsa chimichurri). Sin olvidarme de Angie, Layla, Maggie May o cualquiera de las canciones con nombre de mujer que ponían título al track list de montaditos.

Enamorado de la vida, salí silbando letrillas dirigiéndome a un siguiente alto en mi trayecto que me descubriera nuevas sensaciones. Un pajarito me habló de las exquisiteces que vestían la carta del Vilanova, así que sólo me quedaba probar sus berenjenas melosas con salmorejo e ibérico y sus champiñones con salsa tártara y jamón. A modo de casilla de salida, la esquina de su vinoteca da la bienvenida al visitante, presentando a todos la remozada Gran Vía onubense.

Adentrándome por El Punto llegué al mesón El Pozo, un sitio de solera y tradición en Huelva donde disfrutar de unas carnes y un regusto a estar en tu propia casa que embaucaba al más estirado. Me di cuenta de que no quería salir de allí y empecé a pensar en practicar la estrategia del caracol que tan buen resultado le dio a don Jacinto allá por el año 1993.

Antes del ocaso, me apresuré para captar detalles desconocidos de este arco iris de intensos sabores. Descubrí Casa Pepe, un exquisito rincón que escondía un suculento abanico de tapas en su pequeño local de la calle San Salvador. La Qtxara gobernaba la Plaza de las Monjas fabricando escenas de película a través de su presa ibérica marinada con dadito de salmorejo, su carrillera con base de puré de patatas o cualquiera de sus variados arroces y especialidades.

Bajando por Vázquez López, a la vera del teatro onubense, la Fonda de María Mandao mostraba orgullosa sus hamburguesitas de langostinos y una espuma caliente que abrigaba chipirones en su tinta. Marché paladeando mi distinguido Bloody Mary con ostras, cuando me crucé con unos tertulianos que hablaban de la misteriosa leyenda de la sublime tortilla de patatas del Restaurante Juan José, en Villamundaka, al parecer el último reducto de los guisos caseros de más raigambre en esta provincia.

La inercia de la marea me hizo atracar nuevamente, esta vez al otro lado del Gran Teatro, referente de la escena más artística de Huelva. Saludé al bueno de Manolo que me invitó a entrar en El Portichuelo. Dentro pude degustar el mejor jamón de Huelva y un revuelto de la casa que se quedó grabado en mi paladar. El resto de sus tapas y bocados y su inigualable ubicación, sin duda, son la vela mayor de este restaurante que abandera el centro de Huelva.

Para el día siguiente decidí dejar los escenarios del entorno de la capital. Llegando al cercano pueblo de San Juan, me cautivaron los aromas que desprendían los fogones de leña natural de la Hacienda Montija, un enclave donde saciarte con lo mejor de la gastronomía local y serrana. En la Escuela de Hostelería de Islantilla, los alumnos más prometedores se empeñan en homenajear los sentidos de los comensales con originales recetas creadas a partir del fondo de despensa onubense. Y a sólo 8 kilómetros de Huelva, el Salón Las Palomas se erige como el lugar idóneo para realizar cualquier tipo de celebración y apreciar las bondades culinarias de esta tierra.

La candidez de la noche me hizo pensar que el Gran Teatro sería mi última parada, sin saber que ya me encaminaba a la mañana entregándome en cuerpo y mente a los brazos de la luna que, entretanto, miraba ociosa mis quehaceres.

Como si de una posada se tratara, el ambiente de aquella casa solariega me atrapó, trasladándome a la vieja Huelva, donde las calles olían a mar y la inmensa población se dedicaba al oficio de la pesca. Esa morada de Berdigón, 14, restaurada y recuperada para el patrimonio de la ciudad gracias al esmero de Francisco Suárez y Juan Carlos Castro, se ha convertido en escenario ideal para el esparcimiento público, con una atmósfera propicia para el disfrute de la cultura, el café o la copa.

Me dispuse a pasar entonces por otra de las casas señoriales de esta Huelva. La Casona mantenía despierta su terraza ajardinada donde pude disfrutar de la estrellada noche otoñal junto a mi trago. El reencuentro con unos amigos me hizo caer en la cuenta de lo perfecta que estaba siendo la jornada. Entre risas y bromas, veíamos el transcurrir de la vida nocturna por la Alameda Sundheim, esperando que llegara una carroza, como Mamá Cora desde el balcón de su vecina.

Evitando caer en las redes de Morfeo, me dispuse a moverme en un lugar donde poner la guinda al postre del día. Recuerdo cómo el personal de Red Lion, amigos desde que crucé la entrada, me recibieron entre las maderas de sus paredes y el inconfundible olor a canela en rama de su reconocido local frente a la Casa Colón.

De repente te vi. Eras una mezcla de desbordante y exuberante latinidad; con la mirada pícara de Chavela Vargas y el corazón romántico de Mercedes Sosa. En mi cabeza sonaba un ‘Ojalá’ acariciado por la voz de Silvio y las mariposas me llevaban en volandas hacia un futuro juntos.

Una mina como tú podía explotar en cualquier momento así que decidí llevarte a bailar bajo las tablas del león rojo, donde Bagoa nos abrió sus puertas con la mejor música y mejor ambiente. Durante horas agitamos nuestros cuerpos al ritmo cadencioso del último hit que sonaba en las emisoras de radiofórmula, mezclado en la coctelera de los deejays residentes.

Entretanto, Huelva amanecía tímida y anaranjada, susceptible de dejar aún más enamorados a los visitantes. Mientras me encaminaba al albor de ese nuevo día, recordé que Antiqua, uno de los emblemas del ocio onubense, ofrecía un novedoso servicio de buffet libre para el desayuno, justo lo que mi cuerpo necesitaba después del intenso rodaje de la película que yo mismo había protagonizado junto a los lugares más singulares de esta ciudad sureña.

Como yo mismo lo sentí en mi piel, Huelva, en estos días, se convierte para el foráneo en la Kamchatka donde refugiarnos y sentirnos protegidos. Al igual que hacía Harry jugando al TEG. Mi mente, por su parte, mantiene desde entonces inmortalizada la noche en la que a punto estuve de sublimarme al abrir mis seis sentidos a la vez.

Pedro y Tita saben de lo que hablo.

lunes, 10 de agosto de 2009

Maggie May

Mientras tanto, fumaba un cigarrillo que ya apuraba sus últimas caladas. Dormitaban sus palabras buscando un refugio en la tranquila esquina de su mente y así apaciguar sus ansias de mantenerse despiertas. Cansado de todo y nada, solo y libre. La razón se encontraba bajo las piedras que dañaban sus agrietados pies. Caminaba lastimosamente entre bosques que parecían llenos de vida y ciudades que parecían cementerios. Y así, pensando en ella, siempre en ella, continuaba su aventura o su destierro. ¿Qué fue de aquellos besos? Tantos recuerdos y preguntas sin respuestas anidaban en su cabeza que decidió cortársela.

Y así prosiguió su camino. Sin cabeza.

Ahora, más ligero de equipaje, viajaría más rápido. Sentía que se le partía el corazón cada vez que algún compañero esporádico de viaje lo miraba con repulsa ante tal aberración de la naturaleza. Un hombre sin cabeza, con la ropa ajada y maloliente y que apenas hablaba…

Él sólo salió a dar un paseo y conseguir algo de paz interior. Y mira cómo estaba…

Pensó que no podía seguir sin hablar. Eran muchos las personas que le molestaban o que le ofrecían algo de ayuda y necesitaba comunicación. Así que decidió arrancarse el corazón y hablar con él en la mano. La gente se fijaba más en su aspecto que en la sinceridad de sus intervenciones. La herida del pecho le sangraba mucho. Pero aún no conseguía dejar la mente en blanco.

Su corazón empezó a pudrirse por el odio de la gente. Se marchitaba y tomaba formas, colores e incluso olores que no eran agradables a los sentidos. Lo envolvió en un pañuelo que llevaba siempre consigo para secarse las lágrimas y así evitar que la gente lo viera con ese aspecto.

Sin cabeza, con el cuerpo destrozado y con el corazón en un puño, no paraba de dar vueltas, sin orientación y con muy pocas ganas de vivir. Sin saber muy bien el porqué, quizá guiado por lo poco que le quedaba de alma, su cuerpo se encaminó de nuevo a su casa como el perro escapado que vuelve al hogar. La linda Maggie May abrió la puerta al verlo pasar por su ventana y le salió al paso. Cayó al suelo emocionada al ver que él le traía su corazón envuelto para regalárselo después de tanto tiempo.

“¡Por fin te has dado cuenta que tenía razón! ¡Mira cómo te has puesto por mí! Hasta me has traído tu corazón para regalármelo… Entremos en casa que te hace falta una buena ducha… Y esta tarde iremos a comprarte una nueva cabeza. Tu corazón lo guardaré yo a partir de ahora. Jo, estaba tan preocupada… Ahora seremos siempre felices. ¿Sabes que no tenías que haber hecho todo esto por mí?”


Lo sé.

martes, 21 de julio de 2009

España: Érase una vez hace 20 años…(I)

Se acuerdan, espectadores españoles, cuando en España había que devolver los envases retornables? O cuando no se veían las vitrocerámicas, los microondas o los grifos “monomando”? Cuando aún no se había implantado el bonobús o el reciclaje y sus separaciones por colores?

Cuando existían los teléfonos fijos aquellos que tenían el cassette pequeño para el contestador? Cuando todo estaba más barato, las calles estaban más sucias y la fruta y la verdura había que lavarlas porque traían tierra y bichos? Cuando el jabón era en pastillas y las latas no traían “abrefácil”? Cuando después de barrer te tenías que agachar porque el recogedor no tenía mango largo? Cuando la fregona era un articulo de lujo?

Cuando no había tanta conciencia de ponerse el cinturón ni tantos controles de alcoholemia? Cuando los estadios de futbol tenían aquellas “gradas populares”, todas de cemento y sin butacas?


Pues así se vive en Argentina hoy día.
Pero esto no es una crítica; es una reflexión.
Y mi pregunta es:

Se vivía mal hace 20 años? Se vive mejor ahora en España?

o_O

domingo, 19 de julio de 2009

Nos gusta la palabra GUAY

La palabra guay proviene de una palabra árabe que suena /kuaiis/. En el español coloquial se ha introducido desde finales de los años 60 y hoy está empezando a morir (esperemos que no). Ésta es más o menos su historia.

En principio, guay calificaba aquéllo que era de buena calidad. Su empleo estaba restringido al ámbito del pequeño comercio del hachís que se traía de Marruecos. En Marruecos siempre se había fumado kif (flores de la planta hembra de marihuana), pero en la segunda mitad de los sesenta pasaron por las montañas del Rif algunos hippies alemanes que venían del Himalaya y habían aprendido allí la fabricación del producto llamado después "chocolate", basado en los aglomerados resinosos de la flor femenina del cáñamo.

Entonces comenzó un comercio que lucró a muchos "camellos" del principio, cuando la cosa estaba aún poco vigilada. Con el hachís se trajeron algunas palabras, una de ellas el propio nombre del producto, hachís /haxix/ (en árabe حشيش /hashîsh/), que en principio significaba "hierba". Otra es la que estamos tratando, del árabe كويس /kuwayyis/ que significaba "bueno" o "bonito" y que convertido en guais cobró el sentido de "hachis de buena calidad" frente a jaravaca, que significaba "hachís de mala calidad" y venía de خربقة /jarbaqa/, "cosa muy mala" (tras un cruce por etimología popular con خراء بقر /jarâ' baqar/, "caca de vaca").

Este léxico se extendió desde Cádiz, Huelva y Sevilla (donde por la pronunciación de los andaluces se quedó como guai, desprovista de la -s final) hacia Madrid y el norte de España con la forma guay. En los años 80, guay se difundió por todas partes sobrepasando su ámbito primitivo y llegó a ser una palabra asociada a la juventud. Lo guay era lo cool, lo que estaba de moda, incluso llegó a publicarse una revista juvenil editada en Barcelona que se llamaba Guay.

Al final ya era una palabra que usaban hasta los niños. Con el tiempo, ha empezado a desaparecer tan rápidamente como apareció. Es lo que pasa con el léxico de jerga. Los jóvenes la han arrinconado, ya no se lleva, ya no está de moda. En definitiva, "guay" ya no es guay. La han derivado en guapo. Ahora un chaval no dice que su coche tuning es "un carro guay", sino que es un carro "guapo". Sólo sobrevive en parte en el lenguaje infantil.


Curiosamente, cierto claim de cierto anuncio de cierto complejo inmobiliario de Castellón que podemos ver y oir en los medios, nos repite con una voz de pito: "¡Marina d'Or!... ¡Qué guay!"

(La) Argentina

Me preguntaba el porqué de poner ese “La” delante de Argentina.

Parecía que hablaban de una mujer.
- Viste a la Juana?
- Sí, iba con la María pa’ casa de la Adela.

Te vas dando cuenta que con esa mujer llamada Argentina mantienes algo así como una relación sentimental cuando convives con ella. Una vez ella te da el visto bueno, comienza el affaire; una aventura novelesca, llena de pasión, traiciones, misterios, encuentros,…

Esa guapísima mina es rebelde y contestataria como todas las chicas jóvenes. Tiene unas enormes ganas de vivir, de salir de noche, beber por los bares, de charlar con amigos. Pero no os penséis que es inocente. Es muy madura para su edad. Tiene inquietudes culturales. Quiere ir al teatro, bailar tango, le encanta componer canciones y poemas.

Al estar con ella te besa en los labios dulcemente. Se enfada por nada y luego os reconciliáis felizmente. Es infiel por naturaleza pero imposible tenerla vigilada. Se entrega cuando hacéis el amor pero por la mañana tu cama estará vacía.

A pesar de su juventud ya es madre. Quiere mucho a sus hijos aunque no pueda mantenerlos. No les presta mucha atención porque quiere que vuelen libres, que sean autosuficientes. Ellos la adoran y siempre se acuerdan de ella orgullosos.

Lo que ellos ni vosotros ni yo mismo sabía es que La Argentina es prostituta. Ejerce la prostitución para conseguir algo de dinero extra. Trabaja las noches con orgullo, no pierde su dignidad. Sale a la calle y se vende por unas monedas. No mira a los ojos. Es arisca y soberbia. Con todo el daño que le han hecho, nadie ha podido con ella. Es fuerte, aunque llore a escondidas. Todo son problemas para ella. Parece que le cayó una maldición, un mal de ojo o ambas cosas juntas. Lucha por salir a flote mientras le llueven piedras. Se resigna frustrada y sigue adelante deseando un futuro mejor...


Un buen día cuando estaba con ella a solas le pregunté si conocía a un tal Joaquín Sabina, un artistucho gallego (así llama ella a los españoles). Me dijo que sí, que de vez en cuando se dejaba ver por el Gran Rex o el Luna Park. Y entonces le di un beso en la mejilla, la apreté en un fuerte abrazo y, apartándole el pelo, le susurré suavemente al oído:
“No, no puedo enamorarme de ti”.

domingo, 5 de julio de 2009

Argentinidad bien entendida

Os dejo unos versos (no es que sea poeta) que surgieron sólos una tarde justo a los 15 días de estar en Argentina, quizás cuando mi mente cayó en la cuenta que tanto ella como yo ya estábamos aquí y que, evidentemente, ya no había vuelta atrás...


Argentinidad bien entendida

Distante, navego por San Telmo y contemplo
una ciudad encantada por chamullos de cristinas,
de picaresca con guita,
de laburos muy precarios
y restaurantes salados.

Dibujo versos rosados en una Plaza de Mayo
y al fijarme en mis pañuelos
de defensas y dorregos andaba ya el poema lleno.

Qué lindo cruzar mirada al subte,
seguirte allá por el 9 de julio
hasta que te pierdo un 25 de mayo.

Mientras tanto manejo un auto de cartón
sin boleto de vuelta es mi pasaje de avión.
Y obvio extraño a los gallegos despedidos
pero muy piolas los porteños conocidos.

Ahora ya bajo en Retiro
a aprender tango en un bar.
Veo a mi negra bailar con su vestido
y quisiera cruzar el arco Monumental,
marcarle un gol al azar
y poder agarrar el colectivo
que me lleve a la casita
que tenemos en provincia
de Rosario Central.


No hay drama si tu me llamas,
hay quilombo si al revés...
¿Por qué quiero ser frutilla?

¿Pa que me comas con piel?

Bienvenidos

Decisión difícil la de cambiar de aires...aunque dicen que éstos son buenos aires...

Empujado por la crisis que azota la economía mundial, por el deseo de conocer un país que me parece fascinante, por las ansias de conocimiento y aprendizaje de nuevos conceptos y técnicas y por un "ahora o nunca " y un "por qué no?", finalmente tomé la decisión.

Desde estos Buenos Aires me doy la bienvenida, con vuestro permiso, primero a mí.

A mí porque esto me servirá de desahogo, de diario de a bordo, de cuaderno de Pitágoras (como decía confundido de pequeño; pensaba que era donde tenía escrito su teorema).

Y ahora sí, os doy la bienvenida a todos, amigos y/o conocidos y/o curiosos, a este espacio donde compartiré, no sólo mi experiencia en tierras porteñas, sino que intentaré poneros al día de todo lo que pasa en el mundo de la publicidad, la comunicación y el protocolo de este lado del Atlántico.

Saludos para todos.
1 abrazo.